Salida de un Juego Roto Adentro
Por Román Ghilotti
Partida, desde una mirada formal, puede
comprenderse como tematización de modos
de salir o iniciar recorridos en el cuerpo
y desde el cuerpo, o bien como roturas expresivas
de los cuerpos. Y a la vez, desde una perspectiva
contenidista, tematización de lo que es jugar
una partida de algún juego de emociones que,
como siempre con los afectos, se dirime en el
cuerpo.
Las nueve intérpretes, cocreadoras junto a
Olivieri, propusieron la superposición de solos,
vinculados por su sola presencia salvo breves pasajes
de interacción, como trámite de construcción
de la pieza. Cada bailarina, con entradas, solos y
salidas, retomando o reiniciando desarrollos, vuelve
y profundiza sobre sus secuencias, juega y
reinventa su juego de viajes y fracturas en el cuerpo.
En este sentido, la obra está internamente
quebrada en fragmentos yuxtapuestos, como una
“partida” que se juega en los solos, como emotividad
que se da de a partes. Además, y en el mismo
rumbo fragmentario, en su mayoría los solos
no se vierten de una vez sino de a pedazos, continuando
en la reentrada de cada intérprete lo que
había quedado flotando en su aparición previa.
Este modo de escanciar los momentos de la
obra reafirma la combinación de contrastes y matices
en sus dos ejes: formal, en el movimiento, y
de contenido, en las expresiones. Dinámicas disímiles
entre las bailarinas y en cada una de ellas,
dosificadas casi siempre en tríadas de valor (una,
muy agitada en sus esfuerzos mientras otra sostiene
su fraseo y una tercera llega a la quietud),
arman el abanico de los cuerpos recorriendo un
amplio espectro expresivo.
El accionar, en reunión con su vestuario (Lía
Espiro) que cruza rojos, blancos, negros, grises y
tierras, arracima enfoques de lo femenino, particularmente
occidental. Sin llegar a plantear personajes
netamente definidos por sus peripecias,
en Partida las performances operan como indicativas
de respuestas de mujeres en sociedad y soledad:
los gestos de lo sumiso y lo violento, de lo
apacible y lo ríspido, de lo erótico y lo sometido
se presentan, abstraídos en formas y repeticiones
que los evocan. En cada solo hay algo cercano a
una historia, desde lo dulce a lo mutilado; en la
superposición y simultaneidad con que se exponen
hay partes de un relato mudo, propio de los
cuerpos.
Con sólida y pareja entrega, las intérpretes
(Julia Aprea, Valeria Aramayo, María Bevilacqua,
Rocío Blázquez, Paula Dreyer, Cirila Ferrón, Mariana
Provenzano, Carola Ruiz y Romina Tidoni)
recorrieron la “partida” de Partida con el equilibrio
justo, exponiendo como en un prisma las diversas
caras emocionales sin caer en exasperaciones o
anodinas tibiezas en la expresividad.