viernes, 21 de agosto de 2009

Crítica de la obra. Revista "La vorágine"

Partida (2009) Una corporalidad diferente

Por Ana Laura Friedlmeier y Azucena Ester Joffe

La propuesta estética de Florencia Olivieri nos sumerge en un espacio lúdico despojado, donde los cuerpos y la música original en vivo se yuxtaponen y dialogan sin subordinación alguna para el placer del público. Son nueve cuerpos femeninos y cada uno con un movimiento que repite como marca de identidad. Nueve mujeres aparentemente absortas en sus propias cavilaciones pero que dialogan a partir del movimiento. Nueve soliloquios que adquieren nuevos sentidos a partir de la interacción de unas con otras. Cuerpos que no responden ni al estereotipo de la bailarina clásica, con el cual identificamos al cuerpo que baila, ni al de belleza femenina que construyen los medios de comunicación. En este sentido, lo relevante de la obra, a nuestro parecer, es la audacia de la coreógrafa de poner en escena un cuerpo ficcionalmente mutilado (uno de esos nueve cuerpos finge la falta de una pierna, luego de un brazo...); lo que abre el cuestionamiento acerca de los límites del cuerpo en la danza. ¿Puede decirse que ese cuerpo “dañado” baila? ¿Qué es danza y qué no lo es?
Para iluminar esta cuestión creemos pertinente poner de manifiesto dos conceptos que se juegan tanto en la escena como en el interior de los espectadores, modificando la relación de estos últimos con la primera: “esquema corporal” e "imagen corporal”. El esquema corporal, según Francoise Doltó, es “una realidad de hecho en nuestro modo de vivir carnal en contacto con el mundo físico [...] El esquema corporal especifica al individuo como representante de la especie, sean cuales fueren el lugar, la época o las condiciones en que vive...”. En cambio, “la imagen corporal es la posibilidad humana de representar el propio cuerpo”. En esta representación el individuo decodifica y unifica en una totalidad con sentido los múltiples datos -percepciones, sensaciones, sentimientos y estímulos- que recibe del cuerpo. En este sentido, es un puente entre el mundo interno y la realidad que lo rodea. Por tanto, la “imagen corporal” no solo es subjetiva, sino que esta íntimamente ligada a la historia personal del sujeto y a su contexto social. Ni el “esquema” ni la “imagen corporal” son fijos pues una modificación en el primero -golpe, cirugía, cicatriz, etc- produce una modificación en la segunda y viceversa. (Matoso, 2007: 53-58)
Como espectadores de una obra de danza ponemos en juego nuestro “esquema” y nuestra “imagen corporal” para interpretar lo que sucede en la escena: qué tipo de cuerpos esperamos encontrar en ella, cómo los cuerpos que vemos se acercan o alejan de dicha imagen y/o esquema. En Partida nos interpela el “esquema corporal” ficcionalmente “dañado” de una de las intérpretes (que condiciona sus posibilidades de movimiento) obligándonos a reconsiderar la imagen que tenemos del cuerpo apto para la danza -sano, bello, capaz de gran virtuosismo. Más aún, si tenemos en cuenta que ese cuerpo interactúa con los demás dotando a su movimiento y, a la vez, a los movimientos del resto del grupo de nuevos sentidos haciéndonos perder de vista el hecho de estar “dañado”. Es decir, pesar de que el “esquema corporal” se presenta “mutilado”, logramos construir de él una “imagen corporal” sana donde el cuerpo de la bailarina se presenta “completo” (sin limitaciones), gracias al interjuego con las demás bailarinas. Nuestra “imagen corporal” interna se modifica en función de la realidad que se nos propone desde la escena ampliando y enriqueciendo nuestra percepción del cuerpo y de la danza misma.
Además, la iluminación adquiere suma importancia, ya que como sistema significante que participa de la construcción de sentidos que nos propone el espectáculo: sugiere e incorpora su propio ritmo, con total autonomía de la música y de la danza. Los colores complementarios producen un fuerte contraste, saturan el espacio escénico y los cuerpos parecen ser devorados por su plasticidad. El grupo de profesionales logra transmitir al espectador la energía y producir placer estético más allá de las palabras.

Ficha Técnica: Dirección y coreografía: Florencia Olivieri. Interpretación y coreografía: Julia Aprea, Valeria Aramayo, María Bevilacqua, Rocío Blázquez, Paula Dreyer, Cirila Ferrón, Mariana Provenzano, Carola Ruiz, Romina Tidoni. Música original en vivo: Juan Andrés Gómez. Diseño de iluminación: Miguel Ángel Solowej. Vestuario: Lía Espiro. Poesía: Inés Aprea. Asistencia general: Mariana Saez. Prensa: Tehagolaprensa. Espacio Cultural Pata de Ganso. Bs. As.

Bibliografía
Matoso Elina, “El andamiaje: Esquema. Imagen. Fantasma. Mapa”, en El cuerpo, territorio de la imagen, Buenos Aires: Letra Viva, 2007. (53-62)



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